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Moya: un cagüairán tallado para Fidel

Moya: un cagüairán tallado para Fidel

Por Víctor Hugo Purón Fonseca
Grupo de Comunicación Cultural
Guantánamo

El escultor primitivista Ramón Moya Hernández rindió homenaje a Fidel Castro por sus 80 años, tallando el mayor trozo de madera en toda su vida.

Es una pieza de cagüairán de tres metros y 93 centímetros de alto, dos y 63 centímetros de circunferencia mayor y dos metros en el ruedo menor, que labró sin descanso durante siete días con sus noches.

"Esta representación, declara quien es uno de los más reconocidos artistas guantanameros, llama a reflexionar sobre la gran obra revolucionaria de Fidel y a que cada quien, como lo hace él, construya la propia obra y no pretenda vivir de la ajena."

Esta creación está notablemente llena de múltiples sentidos, como toda la de este inquieto artista. Diversos signos se refuncionalizan sobre la cáscara, el mucílago y el corazón de la dura madera, en un discurso intelectivo y expresivo de la admiración de Moya por el Comandante en Jefe, en relación con sus batallas revolucionarias y por la recuperación de su salud.

Una gran carga de sentidos tiene el extenso título propuesto para la pieza por el artista, compuesto por una versión de una sentencia de José Martí referida a Simón Bolívar y una reflexión propia: El sol tiene manchas; con la misma luz que alumbra, quema. Los agradecidos hablan de la luz y los desagradecidos de las manchas. O: En un espejo como éste debían mirarse todos los seres humanos de la Tierra.

La superficie tallada integra una alegoría total a la magnitud de la obra realizada por el Jefe de la Revolución, se consagra igualmente al medio siglo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y fue concluida por Moya durante la reciente XI Fiesta a la Guantanamera, celebrada entre el Primero y el 4 de diciembre de 2006, en el taller del Consejo para la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA), en Guantánamo, donde puede ser apreciada por el público.

Además de representar imágenes de corazones y haces de llamas, asociados a la diversos eventos de la lucha y la obra de Fidel y su pueblo, así como soles, la cifra 80 y otras alusiones, en que aprovecha hasta las huellas dejadas por un curujey en uno de los gajos y la inserción de otros elementos, el artífice elaboró referencias a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) frente a la propuesta norteamericana del ALCA.

La magnífica sección de árbol fue talada expresamente para esta obra, en el sitio conocido por Majagual, en la Sierra Canasta, de esta provincia, donde existen los mayores y mejor conservados bosques de maderas duras y preciosas en Cuba. "Inmediatamente, advierte el artista, sembré una semilla de guayacán, pues hay que mantener y ampliar las plantaciones de estas maderas."

Ramón Moya Hernández, de origen campesino, nació en San Luis de Potosí, una localidad rural al norte de la ciudad de Guantánamo, en la meseta del Guaso, zona montañosa perteneciente al macizo Nipe Sagua Baracoa.

El singular artista, autodidacta, cuenta con una amplia obra, y el aprecio por ella ha llevado a muchas de sus piezas talladas en madera a salones nacionales, y galerías y colecciones privadas en el extranjero.

La expresión de sus tallas es catalogada como arte povera por los materiales que utiliza y como primitivista en lo formal.

Calificado por alguien como el Dalí caribeño, el imaginativo artista siempre relaciona los temas de sus obras con los problemas sociales y políticos, según valoran los críticos.

En sus últimas exposiciones ha insertado el performance y las instalaciones como otras formas de expresión.

Durante sus prácticas -dice un crítico de arte- refuncionaliza algunas iconografías cotidianas, como la hoz y el martillo, cadenas rotas, serpientes, botas mercenarias e imágenes del santoral que se combinan —paradojas mediante— en un desorden aparente.

En su obra -explica- aparece una gran profusión caótica que conforma un conjunto abigarrado, propio de un razonamiento y un carácter que podemos calificar como auténtico y netamente caribeño.

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